yoydia/Winona Ryder era una joven ‘gótica’, siempre vestida de negro, como exigen las reglas, y con el pelo, evidentemente alas de cuervo, peinado hasta la frente con flequillo en triángulos puntiagudos. En “Beast Play”/“Beetlejuice” (1988), Lydia tuvo la distinción de ser el único miembro de la familia que pudo ver a la pareja fantasma aprisionada en el ático de la mansión que los excéntricos padres habían comprado sin saber que estaba encantada. Ahora (“Beetlejuice Beetlejuice”), años después, es madre de una niña de la misma edad que tenía en la otra película (Jenna Ortega, en vivo desde “Wednesday”). Sigue peinándose de la misma manera peculiar y viendo fantasmas, pero ha convertido su habilidad en una profesional: conduce un programa de televisión de gran audiencia sobre fenómenos paranormales. La hija, alumna de uno de esos colegios con niñas uniformadas, se avergüenza de lo que hace su madre y odia la celebridad y las atenciones burlonas de sus compañeros. Sólo se da cuenta de que el regalo maternal no es una mierda explotando a los papalvos cuando la muerte de su abuelo -devorado por un tiburón tras sobrevivir a un accidente aéreo- hace que la familia regrese a la mansión. Y descubre que comparte los talentos de su madre, que aparentemente son hereditarios. En el ático continúa el modelo en miniatura de la ciudad, con las calles, las plazas, las lámparas, las casas, los árboles. En el cementerio, evidentemente, se encuentra Beetlejuice con el antiguo cartel luminoso y todo.