Si la campaña norteamericana de 2008, que condujo a la elección de Barack Obama, tuvo la marca indeleble del racismo, la de Hillary Clinton, en 2016, siempre será recordada por la intromisión de la misoginia. Ahora, en 2024, frente al mismo oponente, Trump, Kamala Harris está luchando para garantizar que su candidatura a la Casa Blanca no esté guiada por una combinación de ambos: racismo y misoginia.
La tarea es ardua, y Charles Cameron, profesor de política y relaciones públicas en la Universidad de Princeton, lo explica así: “Todos sabemos que Trump es una especie de Berlusconi estadounidense. Comentarios como ese agradan a algunos de sus seguidores”. Charles Cameron se refiere a un ataque misógino a Kamala Harris que Donald Trump volvió a publicar en su red Truth Social. En ese contenido, el republicano sugiere que la candidata demócrata debió su ascenso político a favores sexuales. La publicación, publicada originalmente por otro usuario, presentaba una foto de Harris y Hillary Clinton, yuxtapuesta con el comentario: “Es curioso cómo el sexo oral impactó de manera diferente las carreras de ambas…”
Esta es una referencia a las insinuaciones que rodean la relación anterior de Harris con Willie Brown, el alcalde de San Francisco. La mención de Clinton, derrotada por Trump en las elecciones presidenciales de 2016, recuerda el romance entre Monica Lewinsky, ex becaria de la Casa Blanca, y su marido, Bill Clinton, en los años 1990, que amenazó con poner fin a su presidencia.
